“Un estudio revela que más de 370 personas han muerto por selfies en los últimos 13 años”
Caídas, accidentes en medios de transporte y ahogamientos son las principales causas, mientras que por países destacan India, EEUU y Rusia, con España en sexto lugar con 15 fallecimientos.
Es difícil saber hasta dónde puede llegar el ser humano y su estupidez. En nuestro día a día, nos acechan toda serie de peligros, de los que en muchos casos y gracias a Dios, no somos conscientes, pero retar a la muerte de forma tan inconsciente, me parece absurdo.
Hacerse un selfie es algo que debe ser inocente, que en principio no puede hacer daño a nadie, lo cierto es que muchas personas cometen imprudencias para conseguir la mejor foto. Todo tipo de temeridades que a menudo acaban en sustos o, en el peor de los casos, en una tragedia.
En el 2012 la revista Time consideró la palabra selfie como una de las diez expresiones de moda. En noviembre del año siguiente el Oxford English Dictionary incluyó el término selfie en su versión online y la reconoció como palabra del año. Según el diccionario Cambridge, la selfie es una fotografía tomada por uno mismo, usualmente con un teléfono móvil, que posteriormente se publica en una red social. Se trata de una autofoto rápida que puede mostrar lo que se hace, dónde se está y con quién. También puede incluir texto o emoticonos para dar cuenta del estado de ánimo de la persona que se autorretrata.
El autorretrato, desde su origen renacentista hasta nuestros días, es verdad que ha variado su función principal. Concebido originalmente como el soporte para difundir la imagen de una personalidad, ha transitado hacia una práctica artística que denuncia estereotipos y clichés visuales.
En un estudio muy interesante respecto a este tema de Lorena Yazmín García Mendoza en 2018 mantiene que el selfie irrumpe como una práctica masiva que, al menos en principio, viene a desafiar la estética tradicional de los autorretratos fotográficos, al incorporar planos y encuadres que van en contra del canon, pero que funcionan para seducir y llamar la atención del espectador. Sobre este punto cabe reconocer que hay una estética distintiva en las selfies, en la que predominan ciertos gestos faciales y corporales tanto para hombres como para mujeres. Llega a tal extremo que, por ejemplo, se observa que algunas mujeres hacen poses con labios sensuales que en el lenguaje juvenil se conoce como duckface; y en los hombres por su parte, aparecen recurrentemente haciendo señales con los dedos que van desde saludos hasta afirmaciones de su virilidad.
En los selfies se puede decir que se conserva la necesidad de difundir la imagen de uno mismo, pero lo que ha cambiado es que no se necesita ser una celebridad ni tener un estatus social o económico importante, y tampoco importa el rango o el cargo que se tenga. Cualquiera puede hacerse una selfie, desde el presidente de los Estados Unidos, el papa Francisco, actores y actrices de Hollywood hasta los personajes de caricaturas como los Simpsons, o cualquiera que tenga un móvil y conozca el formato. Las redes sociales son otro aspecto que contribuye de manera significativa a la producción y proliferación de los selfies.
A diferencia del autorretrato, esta circulación en las redes sociales hace que se modifique la interacción social y se produzca un cambio en las nociones de temporalidad, comportamiento público, autoconsciencia del cuerpo y lenguaje corporal. El selfie de hoy es el presente, el aquí y ahora en curso se alarga y se repite hasta el hartazgo debido a la replicación digital, lo que a su vez deja poco espacio para el pasado. La experiencia subjetiva, la apropiación, el goce y la sensibilidad van perdiendo en intensidad, singularidad y belleza porque demandan un ritmo diferente al impuesto por el ambiente tecnológico.
En el selfie también hay emociones que desaparecen o quedan marginadas. El enojo, el desagrado, la tristeza, el miedo, la sublevación no suelen ser expresadas en este tipo de autorretrato ya que queremos siempre mostrar lo mejor de nosotros mismos.
El artista satírico israelí Shahak Shapira bajo el proyecto que denomina Yolocausto, se ha fijado en la cantidad de imágenes que los turistas toman cada día de su estancia en uno de los puntos más icónicos del nuevo Berlín: el Monumento a los judíos de Europa asesinados, obra del arquitecto Peter Eisenman. Este espacio lleno de bloques de granito es uno de los lugares más fotografiados de la capital alemana por los más de 10000 turistas que pasan por allí cada día. El artista se queja del comportamiento irrespetuoso de los visitantes, que utilizan el Monumento a los judíos como un marco para las poses de sus fotografías. Para ilustrar su protesta Shahak Shapira ha cogido los selfies y demás fotografías en redes sociales abiertas como Facebook e Instagram. En estas imágenes seleccionadas destacan todo tipo de gestos irreverentes, de personas que no respetan el significado del memorial. Shapira ha reutilizado las imágenes y ha situado a sus protagonistas dentro de fotos históricas de los campos de concentración. Así pretende que esos turistas (y el resto de la sociedad) tomen conciencia de la inoportunidad de sus gestos en un espacio vinculado a la memoria del Holocausto.
Proyectos artísticos como el de Yolocausto, son la respuesta a determinados comportamientos de público y turistas, los cuales acaban empujados por las guías y las modas, sin informarse adecuadamente qué conmemora cada monumento y acaban frivolizando la naturaleza del espacio cultural. Además, desde hace años nos hemos subyugado a las nuevas tecnologías y queremos dejar constancia de nuestro paso por el lugar turístico antes que comprenderlo o sentirlo.
En el caso del monumento al Holocausto de Berlín podemos pensar que la concepción abstracta de Einsman hace que no se entienda su sentido original de homenaje al pueblo judío. Incluso existen selfies realizados en campos de concentración,y por supuesto con una sonrisa.
Todas estas reflexiones son muy profundas y tristes para la mayoría de las personas que solo entienden que los selfies simplemente son la opción más recurrente cuando uno se va de viaje, sobre todo si viaja solo, de este modo puede hacerse fotografías sin la necesidad de que haya nadie por la zona que se las haga. Pero el problema crece todavía más cuando uno quiere tener el mejor selfie a toda costa y esto implica muchas veces acercarse demasiado a situaciones de riesgo: animales salvajes, acantilados, terrenos inestables o zonas peligrosas, entre muchas otras.
Una investigación en la que participa la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche revela que entre enero de 2008 y julio de este año han muerto en el mundo al menos 379 personas como consecuencia de un selfi, lo que supone un fallecimiento cada 13 días de media.
El estudio, titulado «Muertes por selfis mediante una herramienta de inteligencia epidemiológica (2008 a 2021): estudio transversal», señala que, tras un breve paréntesis por la pandemia, han resurgido con fuerza los fallecimientos por selfi en los primeros siete meses del año, en los que ha habido 31 accidentes mortales.
El profesor de Medicina Clínica de la UMH, José Manuel Ramos es el responsable del estudio, en el que se indica, que de los 379 fallecidos desde 2008 por esa circunstancia, 141 eran turistas y el resto, 238, población local.
Por países destacan India, con cien fallecidos; Estados Unidos, con 39, y Rusia, con 33, mientras que España ocupa el sexto lugar, con quince fallecimientos.
La primera causa de muerte son las caídas, con 216 casos. Le siguen los accidentes relacionados con medios de transporte (123), ahogamientos (66), armas de fuego y electrocuciones (24 cada una) y las heridas recibidas al fotografiarse con animales salvajes (17).
Los percances mortales son más frecuentes entre los jóvenes de hasta 19 años (41 %) y veinteañeros (37 %). La edad media de los fallecidos es de 24,4 años, mientras que la proporción entre hombres y mujeres es de tres a dos.
Para llevar a cabo el estudio se ha empleado una herramienta de inteligencia epidemiológica que rastrea todas las informaciones publicadas sobre estos sucesos en inglés, español, francés, alemán, portugués e italiano.
Este trabajo ha ayudado a los investigadores a dimensionar el problema y, según la nota de prensa de la UMH, es «el primer paso para tomar medidas con las que hacerle frente a esta situación».
La fotografía siempre ha tenido un papel documental o periodístico importante en la historia, ya que permite capturar imágenes reales y reproducirlas en diferentes medios, pudiendo así observar y conservar cualquier evento que ocurrió en cualquier latitud y en todos los tiempos históricos.
El periodismo, la ciencia o la historia hoy en día son inseparables de la fotografía, o la geografía, la astronomía y otras ciencias aplicadas han visto en la fotografía la oportunidad de capturar y agrandar la imagen de objetos enormemente lejanos o infinitamente chicos, pudiendo ser divulgadas masivamente. En cualquier casa del siglo XX se tenían álbumes de fotos o portarretratos. En el siglo XXI, en cambio, el lugar para acumular las fotografías es casi en exclusiva, el digital.
La fotografía debe quedar como notaría y recuerdo que da fe para la eternidad, como testigo de cuantos hechos han pasado, pasan y pasarán, pero a la eternidad debe pasar la foto, no nosotros al hacerla cayendo por un acantilado.
” Si sabes esperar, la gente se olvidará de tu cámara y entonces su alma saldrá a la luz.»